ELON MUSK QUIERE COMPRAR TWITTER: OFRECE 43.000 MILLONES DE DÓLARES

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A mediados de marzo, Elon Musk compró el 9,2 por ciento de Twitter, la red social de su preferencia, y el vehículo que ha elegido para dialogar con sus 80 millones de seguidores y para contarle al mundo lo que está pensando. La noticia se conoció a principios de este mes, mientras Musk (el hombre más rico del mundo, con una fortuna cercana a los 219.000 millones de dólares) le preguntaba a sus seguidores si consideraban que Twitter protegía la libertad de expresión, y si no era mejor armar una red social nueva, donde no hubiera límites a lo que sus usuarios podían decir.

Ahora, evidentemente, quiere ir por más: ofrece 43.000 millones de dólares para comprar toda la plataforma, ya que ese 9,2 por ciento que compró hace un mes (que lo transformaba ya en el mayor accionista individual) no le alcanza. El número representa un 38% más que lo que valía la acción cuando se supo de la inversión inicial que hizo en la compañía.


En el texto que envió a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (la SEC), Elon Musk (que debe su fortuna a los autos Tesla y sus cohetes SpaceX) afirma: “Invertí en Twitter porque creo en su potencial para ser la plataforma de libre expresión alrededor del mundo, y creo que la libre expresión es un imperativo social para una democracia funcional.”

Elon Musk defiende a rajatabla la idea de la libre expresión, sin limitaciones, y esa parece ser una de las razones por las que, unos días después de que se supiera que había comprado el 9,2 por ciento de Twitter, declinara un sillón en el directorio de la empresa, puesto que le permitía cierta injerencia sobre el destino de la plataforma fundada por Jack Dorsey y Evan Williams en 2006, pero que a la vez le imponía limitaciones a su poder sobre la compañía; si era miembro del directorio tenía un límite de compra de acciones del 14,9 por ciento. Los números de porcentajes (aún con sus decimales) son importantes, porque implican un poder de voto (y veto) sobre el rumbo de la compañía.


“Mi oferta es la mejor y es la final; y si no es aceptada tendré que reconsiderar mi posición como accionista”, dice Elon Musk en la carta que le envió a la SEC con su oferta de compra de Twitter por US$ 43.000 millones, y con la promesa de transformarla en una empresa privada (es decir, que deje de cotizar en Bolsa). “Desde que hice mi inversión -agrega Musk en el escrito- comprendí que la compañía no crecerá ni cumplirá su imperativo social (libre expresión) en su forma actual. Twitter necesita ser transformada en una compañía privada. Twitter tiene un potencial extraordinario. Yo lo voy a desbloquear”.

Absolutista de la libertad de expresión

La relación entre Twitter y la libertad de expresión ha sido tortuosa en los últimos años, con un caso paradigmático: el cierre de la cuenta de Donald Trump luego del ataque al Capitolio estadounidense, en 2016 (que llevó al expresidente a lanzar su propia red social, Truth Social, donde asegura que no habrá límites a lo que se puede decir). También, con los bloqueos a cuentas de medios estatales rusos tras la invasión a Ucrania (lo que le valió que la plataforma, al igual que Facebook, quedaran anuladas en Rusia); Twitter ha sido un vehículo excepcionalmente eficiente para difundir noticias, datos relevantes y verdades; es el ágora internacional de buena parte del planeta (no sólo políticos y famosos; también gente común que logra hacer masivo su mensaje); y también para hacer circular a la velocidad de la luz contenido falso y acosos masivos a diversos usuarios, hostigados en forma global por decir lo que piensan.

Elon Musk se autodefine como un “absolutista de la libertad de expresión”, es decir, de no poner ningún límite a lo que se puede decir, y en buena medida lo ha hecho en varias ocasiones a lo largo de su vida; eso le trajo múltiples problemas: desde juicios en su contra a tener que dejar la presidencia de su compañía, pasando por el pago de multas varias, molestias que pudo resolver gracias a los infinitos recursos que habilita su fortuna, y que le permiten pensar más allá de las legislaciones de los países, algo que no suele estar disponible para todos los usuarios comunes de Twitter. Musk, además, no siempre es consecuente con sus propias posturas: por ejemplo, buscó impedir que una cuenta de Twitter rastreara su avión privado, pese a que la información es pública.

En un comunicado, Twitter respondió a la oferta: “El directorio de Twitter revisará cuidadosamente la propuesta para determinar el curso que considera es el mejor para la compañía y para todos los accionistas de Twitter.” Ahora tendrán que decidir si aceptan la oferta, y se quedan sin su participación en la empresa, pero se llevan más dinero que el que obtendrían por sus acciones hoy, o si la rechazan, mantienen el control y participación de la empresa, pero se arriesgan a que baje el valor de la acción, sobre todo si Musk vende ese 9,2 por ciento de Twitter que compró hace un mes.

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