El domingo 9 de enero de 2022, a las 9.30 horas, 16 bebés serán bautizados durante una misa celebrada por el Papa Francisco bajo la deslumbrante bóveda de la Capilla Sixtina. La tradición de bautizar a los recién nacidos fue establecida por Juan Pablo II en 1981. En cuarenta años, cientos de niños han entrado así en la vida cristiana, bautizados por un Papa en este lugar donde la belleza y la sacralidad son una sola cosa.
Delphine Allaire – Ciudad del Vaticano
Es un lugar intemporal y solemne, cuya alma trasciende los siglos… Donde el Espíritu Santo desciende sobre el Colegio Cardenalicio en cada cónclave para elegir al futuro Sucesor de Pedro. La Capilla Sixtina, el grandioso teatro de las elecciones papales, un escenario renacentista que recibe cerca de cinco millones de turistas al año, también acoge discretamente, en la intimidad del mes de enero, cada domingo después de la Epifanía -la fiesta del Bautismo de Cristo- a un público completamente distinto: una decena de niños rodeados de sus familias.
Estos bebés, hijos de empleados de la Santa Sede y de la Curia Romana, tienen el privilegio de recibir el primero de los sacramentos de manos del propio Papa. Esta tradición fue establecida por el Pontífice polaco, San Juan Pablo II, que instituyó esta práctica el 11 de enero de 1981, primero en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, y después, a partir de 1983, entre los muros de la Capilla Sixtina.
Al principio, bajo el pontificado del antiguo arzobispo de Cracovia, la ceremonia de bautismo en la Capilla Sixtina estaba reservada a los hijos de los guardias suizos, antes de extenderse a los hijos de los funcionarios laicos de la Curia.
«Por un día, la capilla de Miguel Ángel se convierte en nuestra parroquia. El ambiente es muy familiar, pastoral, y el Papa se siente muy cómodo en este papel de párroco. Incluso da consejos a las madres jóvenes», recuerda Mario Galgano, empleado suizo del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede. En enero de 2014 bautizó a su hija Sofía, la primera ceremonia de este tipo para el Papa argentino, que fue entronizado el año anterior. Para Mario Galgano, la elección de bautizar a su hijo de esta forma privilegiada, disponible para los empleados, era una opción obvia debido a su estatus profesional.
En el Vaticano, este proceso, supervisado por la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, se ofrece a los hijos de las parejas casadas por la Iglesia, en el rito católico. Para ser elegido, el recién nacido no debe haber apagado su primera vela. Se admiten cuatro invitados por niño: los dos padres, el padrino y la madrina; el resto de la familia puede seguir la ceremonia en directo a través de los medios de comunicación de la Santa Sede y de las televisiones y radios asociadas.
Tras un ensayo general en ausencia del Papa, bajo los frescos del Juicio Final, la ceremonia suele ser suntuosa, solemne y musicalmente rica gracias al coro de la Capilla Sixtina que la acompaña. Este decoro de cinco siglos contrasta con el ambiente cálido y juvenil de las familias reunidas en una alegre algarabía: la de los llantos de los bebés que resuenan bajo la Creación de Adán de Miguel Ángel, la de un montón de cochecitos apilados en un rincón de la capilla, e incluso la de los cambiadores instalados para la ocasión no lejos de allí, en el Palacio Apostólico. Así nos lo cuenta Mario Galgano, todavía divertido por estas impactantes escenas, inusuales en estos lugares sagrados. Al fin y al cabo, eso es lo que quiere el Papa Francisco, que tranquilizó a los padres de los bautizados de 2020, aconsejándoles que dejaran a sus hijos llorar o gritar durante la misa. «El llanto de los niños tiene una dimensión coral», dijo el Obispo de Roma, «uno da el ‘la’ y luego comienza el concierto. Es una hermosa predicación», resumió.
Según Mario Galgano, estos momentos también son importantes «para hacer visibles» a los niños del Vaticano. «La gente piensa que el Vaticano es un gran convento. Pero hay familias que viven y trabajan allí, y sus hijos están muy presentes, participando en la vida de la ciudad».
Sofía Galgano, que ahora tiene 8 años, no recuerda este bautismo excepcional, pero lo tiene muy presente. Mientras se prepara para hacer su Primera Comunión en la parroquia alemana de Roma, el efecto está asegurado cuando presenta su certificado de bautismo, un pergamino firmado por Francisco. Y en cuanto a los dieciséis hijos de 2022, su vida espiritual comienza bajo grandes auspicios.